El cine de fin de siglo XX estuvo marcado por un ausentismo de estilos, desde luego con sus excepciones, que definieron esa época como insustancial desde el punto de vista artístico, al menos esa era la percepción global del arte cinematográfico en ese momento.
El cine de los 90’s, en general, estuvo mas bien delineado por las grandes producciones, con mejorados efectos especiales y estrellas vacías que pulularon las pantallas de la última década del siglo XX.
Pero, como mencionamos anteriormente, durante esta época también hubo excepciones, cintas y directores que marcaron en cierto sentido la dirección que tomaría el cine del nuevo siglo, una de estas cintas, básica para comprender el cine actual, cumple este año su primer década de creación, hablamos de la extraordinaria Matrix.
Realizada por la dupla de hermanos Larry y Andy Warchowski y estrenada sin mucha publicidad en 1999, The Matrix resultó ser todo un acontecimiento mediático que iba mas allá de la taquilla, pues lo increíble de esta cinta es lo que conllevaba hacia el interior (sus ideales) y no tanto su sofisticado look o su acción desmedida.
Mezcla de cine de ciencia ficción y cine negro, anime Japonés (sobre todo influenciado por Ghost In The Shell obra de Mamoru Oshii realizada en 1995), videojuegos, filosofía zen, Cristianismo y cyberpunk, The Matrix supuso toda una revelación para los que la vimos en las salas cinematográficas en su momento: Descubrir que el cine aún podía sorprendernos.
Y es que la marca indeleble que la película dejó, y que sigue marcando a las nuevas generaciones que la van redescubriendo, sigue ahí por un simple motivo, The Matrix era original y, al mismo tiempo, una amalgama de cosas que ya estaban ahí. Ante nuestros ojos desfilaban imágenes que sólo habíamos visto en nuestra imaginación, escuchábamos cosas que nos parecían tan familiares al tiempo que irreales, tan cercano y tan lejano que solo nos quedó rendirnos a ello, dejarnos llevar y vivir la experiencia.
Explicar a estas alturas que es Matrix sería un ejercicio fútil, pues quienes ya la vieron saben perfectamente de que se trata y los que no (no sé que esperan para hacerlo) se encontrarán con una sorpresa, algo tan desagradable y desgarrador que, créanme, nunca se lo imaginarán.
Thomas Anderson (Keanu Reeves) es un tipo común y corriente que de día trabaja en una oficina, tiene Seguro Social y paga sus impuestos, pero de noche, Thomas se transforma en Neo, un hacker informático que navega por extensa red con una sola pregunta en su mente: ¿Qué es la Matrix?, y no les diré mas, pues es mejor acercarse a esta cinta sin saber mucho.
Cinematográficamente, The Matrix es una maravilla, filmada con poco más de 60 millones de dólares (un presupuesto medio para los estándares de Hollywood) la cinta supuso toda una revolución conceptual que incluía el ahora famoso Bullet Time (tiempo de bala) un proceso que, según la Wikipedia, consiste en una extremada ralentización del tiempo para permitir ver movimientos o sucesos muy veloces con mucho detalle utilizando para ello cientos de cámaras que congelan la acción.
El Bullet Time ha sido tan copiado desde que la cinta se estrenó que muchos creen que este efecto especial fue inventado para realizar Matrix, la verdad es que el efecto ya había sido utilizado en otras cintas, videos musicales y anuncios de televisión, pero fue gracias a Matrix que perfeccionó y se popularizó.
Un aspecto importante de Matrix es su filosofía, mezcla de Budismo y, sobre todo, Cristianismo, la cinta muestra personajes arquetípicos (el héroe, el mentor, el interés romántico, el villano, el gurú, el amigo bonachón, el traidor, etc.) que se entremezclan en situaciones que ponen a prueba sus capacidades humanas, interactúan entre la verdad y la fantasía, creando así una realidad alterna que no es otra cosa que su propia experiencia cognoscitiva, suena enredosa, pero viendo la película uno no puede evitar preguntarse si esta vida es real o estamos viviendo algo irreal, algo generado o un simple sueño.
Y es ahí donde entran otras ideas de las cuales Matrix se nutre como las de Platón y Descartes, por ejemplo, que en sus obras hablan sobre la forma en la que el alma está conectada al cuerpo, convirtiendo al ser humano en un ente que vive con la inquietud siempre en su mente, ¿quien soy?, ¿a donde voy? y ¿estoy viviendo algo real o es solo un sueños? Incógnitas que resultan la base argumental de Matrix, el problema de distinguir lo que es realidad y lo que es fantasía.
Estos aspectos filosóficos le dan a The Matrix un carácter mucho mas profundo, lejos de los argumentos sin relleno que muchas películas de acción tienen, no obstante esto, para quienes solo buscan pasar un par de horas viendo una película entretenida también es una buena opción, Matrix tiene explosiones, balazos, peleas, todo lo que el adicto al cine de acción busca y está muy bien hecha.
A diez años de su realización, la cinta se ve tan actual y moderna, no ha perdido nada de su capacidad para hacernos vibrar, para emocionarnos y descubrir detalles que en vistas anteriores no habíamos notado, es una película atemporal y eso es un logro por si solo, su estética, su look y sus ideales están intactos y puede disfrutarse tan bien porque toca temas universales y que no pasan de moda.
The Matrix es, como ya dijimos, una maravilla (y hablo solo de la primera, porque las secuelas son un cuento aparte) verla de nuevo es de rigor para todo cinéfilo que se precie de serlo, es un espectáculo cinematográfico que, según dicen los expertos, solo se logra cada veinte años, veremos que pasa el 2019.
Por lo pronto les haré una pregunta: ¿pastilla azul o pastilla roja?, tu eliges.
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