Los derechos de las personas cuyos ideales (religiosos, sexuales o sociales) sean, por decirlo de alguna manera, diferentes, es un tema bastante recurrido en el cine, sobre todo el que habla sobre la igualdad entre las personas y la falta de tolerancia por ciertos sectores de la sociedad.
Sin embargo hasta hace relativamente poco tiempo que el cine toma en serio el tema de los derechos civiles y la igualdad de géneros, esto gracias a autores comprometidos que tratan de plasmar en sus películas la lucha de las personas que solo quieren respeto hacia su condición o preferencias.
En el ámbito del cine político el tema es tratado desde hace tiempo, incluso se podría decir que prácticamente desde sus inicios el cine fue utilizado como plataforma por ciertas personas, pero es relativamente nueva la forma de abordar la problemática de un sistema político defectuosos que solo sirve a unos cuantos y pisotea los derechos de los marginados.
En un tercer recuadro tenemos el cine que habla de gente que realimente ha existido y cuya lucha por que su voz sea escuchada, aun cuando todo está en su contra, han servido para mejorar las condiciones de vida de la sociedad o denunciar la intolerancia, aún cuando esa lucha los ha llevado a la tumba.
Tal es el caso del político norteamericano Harvey Milk, nacido en Nueva York en 1930, Milk se mudó a mediados de los 60’s a la ciudad de San Francisco, lugar en el que, el creía, la tolerancia hacia su condición de homosexual le proporcionaría una mejor calidad y seguridad a su vida, pero una vez en esta ciudad Californiana se daría cuenta que también ahí existía un gran rechazo hacia las personas cuyas preferencias sexuales eran “diferentes”, cosa que marginaba a este sector de la sociedad.
Así, con un grupo de personas, Milk comenzaría una campaña a favor de los derechos de los homosexuales, misma que culminaría en su elección de como miembro de la Junta de Supervisores de San Francisco (algo así como la Junta de Cabildo Local) en 1977, convirtiéndose en la primer persona abiertamente Gay en tener un cargo de elección polar en Norteamérica.
Esta es la historia base que cuenta la película Milk: Un Hombre, Una Revolución, Una Esperanza, cinta que se puede inscribir dentro del Biopic, género de cintas que no son solo simples biografías, sino además un homenaje a sus ideales, valores y sacrificios.
Dirigida por el veterano (y abiertamente homosexual) Gus Van Sant, Milk es un retrato fiel de la lucha por la igualdad de derechos que llevaron a este singular personaje a alzar la voz y a convertirse, sin buscarlo, en todo un icono de un movimiento que continúa hasta nuestros días.
La cinta es un retrato detallado de una época y la vida íntima de este hombre y los sacrificios personales que tuvo que realizar para lograr que sus ideales fueran tomados en cuenta por los políticos y la sociedad, así como sus miedos, pérdidas, alegrías y triunfos.
También es una fotografía muy digna acerca de la homosexualidad y la, a veces terrible, condición en la que estas personas tienen que vivir por el rechazo del que son víctimas, ya sea por familiares, gente cercana o la sociedad en general, y que era la principal razón por la que Milk luchaba: mejorar la condición de vida de los gays, aunque no era lo único, Milk también alzó la voz por las personas de la tercera edad y las personas con capacidades diferentes lo que le confirió el nombramiento de verdadero héroe de los derechos humanos en los Estados Unidos.
Sin embargo lo mejor de la cinta de Van Sant no es el tema tratado, o el guión que raya la perfección, sino la interpretación digna y elocuente, brillante y diáfana que realiza Sean Penn de este personaje tan complicado que realmente existió y sigue siendo la imagen de un movimiento que hoy en día sigue rindiéndole tributo como mártir, no por nada Penn se hizo digno merecedor del premio de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood, mismo que se le entregó por su arriesgada propuesta interpretativa.
Por su parte, el director se aleja totalmente de darle a el personaje cualquier rasgo de mártir o santo, aquí Milk toma la forma de humano, complejo eso si, pero humano al fin y al cabo, con defectos y virtudes, un hombre que llora, ríe, tiene amigos y amores, un personaje que en manos de cualquier director hubiera resultado, a lo menos, caricaturizado, pero en manos de Van Sant y, desde luego, Sean Penn se vuelve todo un compromiso moral y ético que le confiere al personaje un rendimiento de empatía hacia la audiencia, misma que encuentra en Milk un amigo o un hermano.
Penn es perfecto como Milk y Van Sant es perfecto como director de realidades, recordemos la desgarradora Drugstore Cowboys (1989) o la inquietante Elefante (2003), lo que le confiere a Milk un carácter más profundo, que va más allá de las imágenes que vemos, que trastoca fibras sensibles y nos da una lección de valores y moralidad.
La cinta es acerca de muchas cosas que el espectador irá descubriendo conforme se adentre en la vida de este singular personaje y está especialmente recomendada para los jóvenes, no por su temática homosexual, sino por el claro ejemplo de tolerancia y humanidad que la cinta conlleva, su mayor virtud, por ende, está completamente fuera de lo puramente cinematográfico, no es cine de simple denuncia, es acerca de la gente que ha luchado e incluso ha dado su vida por lograr derechos básicos que ahora gozamos como sociedad.
Cinematográficamente es una cinta sencilla, sin muchos recursos técnicos, pero logra su cometido: transmitirnos un mensaje claro y conciso, si no fuera por personas como Harvey Milk cosas como la libertad de expresión, clero y preferencias sexuales simplemente no existirían, viviríamos en un mundo en el que estos derechos seguirían siendo pisoteados diariamente, esa clase de mensajes son los que transforman una simple película en un claro ejemplo de las virtudes que el cine posee como medio de comunicación y generador de ideas, y Milk: Un Hombre, Una Revolución, Una Esperanza es una prueba de ello.