viernes, 12 de junio de 2009

Milk

Los derechos de las personas cuyos ideales (religiosos, sexuales o sociales) sean, por decirlo de alguna manera, diferentes, es un tema bastante recurrido en el cine, sobre todo el que habla sobre la igualdad entre las personas y la falta de tolerancia por ciertos sectores de la sociedad.

Sin embargo hasta hace relativamente poco tiempo que el cine toma en serio el tema de los derechos civiles y la igualdad de géneros, esto gracias a autores comprometidos que tratan de plasmar en sus películas la lucha de las personas que solo quieren respeto hacia su condición o preferencias.

En el ámbito del cine político el tema es tratado desde hace tiempo, incluso se podría decir que prácticamente desde sus inicios el cine fue utilizado como plataforma por ciertas personas, pero es relativamente nueva la forma de abordar la problemática de un sistema político defectuosos que solo sirve a unos cuantos y pisotea los derechos de los marginados.

En un tercer recuadro tenemos el cine que habla de gente que realimente ha existido y cuya lucha por que su voz sea escuchada, aun cuando todo está en su contra, han servido para mejorar las condiciones de vida de la sociedad o denunciar la intolerancia, aún cuando esa lucha los ha llevado a la tumba.

Tal es el caso del político norteamericano Harvey Milk, nacido en Nueva York en 1930, Milk se mudó a mediados de los 60’s a la ciudad de San Francisco, lugar en el que, el creía, la tolerancia hacia su condición de homosexual le proporcionaría una mejor calidad y seguridad a su vida, pero una vez en esta ciudad Californiana se daría cuenta que también ahí existía un gran rechazo hacia las personas cuyas preferencias sexuales eran “diferentes”, cosa que marginaba a este sector de la sociedad.

Así, con un grupo de personas, Milk comenzaría una campaña a favor de los derechos de los homosexuales, misma que culminaría en su elección de como miembro de la Junta de Supervisores de San Francisco (algo así como la Junta de Cabildo Local) en 1977, convirtiéndose en la primer persona abiertamente Gay en tener un cargo de elección polar en Norteamérica.

Esta es la historia base que cuenta la película Milk: Un Hombre, Una Revolución, Una Esperanza, cinta que se puede inscribir dentro del Biopic, género de cintas que no son solo simples biografías, sino además un homenaje a sus ideales, valores y sacrificios.

Dirigida por el veterano (y abiertamente homosexual) Gus Van Sant, Milk es un retrato fiel de la lucha por la igualdad de derechos que llevaron a este singular personaje a alzar la voz y a convertirse, sin buscarlo, en todo un icono de un movimiento que continúa hasta nuestros días.

La cinta es un retrato detallado de una época y la vida íntima de este hombre y los sacrificios personales que tuvo que realizar para lograr que sus ideales fueran tomados en cuenta por los políticos y la sociedad, así como sus miedos, pérdidas, alegrías y triunfos.

También es una fotografía muy digna acerca de la homosexualidad y la, a veces terrible, condición en la que estas personas tienen que vivir por el rechazo del que son víctimas, ya sea por familiares, gente cercana o la sociedad en general, y que era la principal razón por la que Milk luchaba: mejorar la condición de vida de los gays, aunque no era lo único, Milk también alzó la voz por las personas de la tercera edad y las personas con capacidades diferentes lo que le confirió el nombramiento de verdadero héroe de los derechos humanos en los Estados Unidos.

Sin embargo lo mejor de la cinta de Van Sant no es el tema tratado, o el guión que raya la perfección, sino la interpretación digna y elocuente, brillante y diáfana que realiza Sean Penn de este personaje tan complicado que realmente existió y sigue siendo la imagen de un movimiento que hoy en día sigue rindiéndole tributo como mártir, no por nada Penn se hizo digno merecedor del premio de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood, mismo que se le entregó por su arriesgada propuesta interpretativa.

Por su parte, el director se aleja totalmente de darle a el personaje cualquier rasgo de mártir o santo, aquí Milk toma la forma de humano, complejo eso si, pero humano al fin y al cabo, con defectos y virtudes, un hombre que llora, ríe, tiene amigos y amores, un personaje que en manos de cualquier director hubiera resultado, a lo menos, caricaturizado, pero en manos de Van Sant y, desde luego, Sean Penn se vuelve todo un compromiso moral y ético que le confiere al personaje un rendimiento de empatía hacia la audiencia, misma que encuentra en Milk un amigo o un hermano.

Penn es perfecto como Milk y Van Sant es perfecto como director de realidades, recordemos la desgarradora Drugstore Cowboys (1989) o la inquietante Elefante (2003), lo que le confiere a Milk un carácter más profundo, que va más allá de las imágenes que vemos, que trastoca fibras sensibles y nos da una lección de valores y moralidad.

La cinta es acerca de muchas cosas que el espectador irá descubriendo conforme se adentre en la vida de este singular personaje y está especialmente recomendada para los jóvenes, no por su temática homosexual, sino por el claro ejemplo de tolerancia y humanidad que la cinta conlleva, su mayor virtud, por ende, está completamente fuera de lo puramente cinematográfico, no es cine de simple denuncia, es acerca de la gente que ha luchado e incluso ha dado su vida por lograr derechos básicos que ahora gozamos como sociedad.

Cinematográficamente es una cinta sencilla, sin muchos recursos técnicos, pero logra su cometido: transmitirnos un mensaje claro y conciso, si no fuera por personas como Harvey Milk cosas como la libertad de expresión, clero y preferencias sexuales simplemente no existirían, viviríamos en un mundo en el que estos derechos seguirían siendo pisoteados diariamente, esa clase de mensajes son los que transforman una simple película en un claro ejemplo de las virtudes que el cine posee como medio de comunicación y generador de ideas, y Milk: Un Hombre, Una Revolución, Una Esperanza es una prueba de ello.

Star Trek XI

“El espacio, la última frontera…” así comenzaba, semana a semana, una de las series televisivas más populares de la historia, originalmente de tan solo 3 temporadas y 79 episodios, Viaje a las Estrellas (Star Trek) se convirtió en un fenómeno de culto que rebasaba con mucho el espectáculo televisivo.

Fue en el lejano 1966 en el que se transmitió la serie original y que, a pesar de su corta duración, generó, hasta la fecha 7 versiones televisivas del mismo concepto (incluyendo una serie animada en 1973) y, también hasta la fecha, 11 versiones cinematográficas, la primera en 1979 y la última aún en cartelera.

Y es que el fenómeno de Viaje a las Estrellas va mucho más allá, como ya mencionamos, de la televisión, todo lo que rodea a la serie está más enfrentado a la mediación del culto, es decir, es objeto de veneración por parte de un público que, a pesar de los años, le es fiel al concepto de este grupo de personas que viajan a través del espacio buscando nuevas formas de vida intergalácticas a bordo del USS Enterprise.

La serie original tenía varias innovaciones que en su época resultaron toda una revolución para un simple concepto televisivo, para empezar era un programa de ciencia ficción que debía mas a la filosofía y la lógica que a los simples efectos especiales, su elenco estaba constituido por un grupo multicultural en el que había gente de color, asiáticos y rusos (en esa época, estos últimos eran repudiados por la mayoría de los norteamericanos), trataba temas “escabrosos” para su tiempo como el mensaje antibélico y de tolerancia racial y cultural) además tenía un concepto visual deslumbrante y al mismo tiempo austero, muy de su época y adelantado a la vez.

Por eso, cuando el director JJ Abrams anunció en 2007 que sería el encargado de la nueva versión cinematográfica de la serie original los comentarios, algunos a favor otros en contra, no se hicieron esperar, sobre todo los vertidos desde la comunidad Trekkie (los fans del concepto Star Trek) quienes simplemente esperaban que el tratamiento del director de Misión Imposible III y creador de series de culto como Alias y Lost fuera apegado a los ideales del Star Trek original.

Y ese fue el primer problema al que se Abrams se enfrentó, pues la horda de seguidores de la serie defienden este concepto a capa y espada como si de una religión se tratase, que los Trekkies quedaran complacidos y al mismo tiempo hacer una película con suficientes elementos para convertirla en un éxito comercial fue el principal objetivo.

Lo interesante es que Abrams lo logra, pues con esta cinta reinventa totalmente el tema sin alejarse de sus raíces, aquí la historia es contada desde la óptica de un nuevo comienzo con las bases de lo ya conocido, así nos encontramos con los personajes originales pero tratados desde su juventud, aunado a los mejores efectos especiales del momento y a un guión que, sin ser perfecto, termina siendo la verdadera estrella del proyecto, Star Trek XI (como es conocida) resulta fascinante.

Y lo mejor de esta cinta es precisamente su guión, pues justifica plenamente la historia y no se inscribe como otra cinta del montón, todo lo que vemos está ahí por un motivo, cada escena, encuadre y movimiento tiene su por que y justificación y eso, créanme, es un gran logro cinematográfico, Abrams, el director, sabía perfectamente que sin un buen guión que cimentara perfectamente todo este trabajo simplemente no funcionaría.

Para lograr llevar este proyecto a buen puerto se rodeó de su equipo habitual de trabajo, comenzando por el guionista de origen Mexicano Roberto Orci, el Músico Michael Giacchino y el fotógrafo Daniel Mindel para contar la historia de Kirk, Spook y compañía y sus aventuras intergalácticas.

Hablando cinematográficamente, Star Trek XI es una cinta que rebasa con mucho la media de la producción fílmica de ciencia ficción actual, pues no basa su propuesta en el simple efecto especial, en la acción desmedida o en el espectáculo audio-visual, sino que, al igual que la serie original, se apoya sobre todo en la psique de los personajes, en lo que los mueve por dentro y lo que los hace ser lo que son.

Cada parte de la cinta está hecha, se nota, con mucho respeto y devoción, cada detalle esta cuidado y se nota por que costó 150 millones de dólares, pues no solo se ve y se oye muy bien, sino que es coherente e impredecible.

Esto se agradece, ya que por lo general este tipo de cintas están hechas para no hacer otra cosa que recaudar dinero, Abrams sin embargo no toma el camino fácil, como ya dijimos el director se apoya totalmente en un guión ingenioso que, guardando las debidas proporciones, tiene mas que ver con cosas filosóficas y de realidades alternas, con referencias mas que evidentes a ideales religiosos (algo parecido a lo que hace 10 años vimos en The Matrix, por ejemplo) y que sirven para generar un interés más amplio hacia lo que vemos en pantalla, dándonos un espectro más amplio que lo meramente visual.

Por otra parte la cinta se disfruta perfectamente aún si a uno no le interesan precisamente esas ideas, pues resulta una perfecta pieza de ciencia ficción y aventura que mantiene al espectador en todo momento gracias a su trepidante ritmo, en fin, un espectáculo cinematográfico de primera calidad que no desmerece en ningún momento ante las producciones más importantes del momento.

Con el estreno de Star Trek XI se abre oficialmente la temporada de verano 2009 en la que la propuesta cinematográfica viene cargada con cintas que prometen, al menos, entretenernos, sin embargo no todas lograrán el nivel de calidad (técnico y artístico) que la película de JJ Abrams nos brinda, en otras palabras, Star Trek XI pone muy alto el listón, y eso no es cualquier cosa, esto se evidencia en el éxito que ha tenido la cinta donde se ha estrenado, éxito que le ha abierto las puertas a una secuela, ya confirmada, para el 2011.

Cuando se habla de secuelas es muy difícil ser completamente imparcial y no comparar estas segundas partes con las primeras, y es que rara vez una primera parte es superada por la que le sigue, haciendo esto mas que real la frase “nunca segundas partes fueron buenas”

Pero ha habido excepciones, que en realidad son pocas, como el caso de El Padrino 2 (1974), la única secuela que ha ganado el Oscar a mejor película o El Imperio Contraataca (1980), evidentemente mucho mejor que su primera parte La Guerra de las Galaxias (1977)

Algo así sucede con Ángeles y Demonios, precuela literaria de la famosísima Código DaVinci, pero secuela de la adaptación cinematográfica del 2006 de la novela de Dan Brown, para no hacernos bolas, mientras Ángeles y Demonios se escribió antes del Código DaVinci, en el cine es la segunda novela de su autor llevada a la pantalla grande, lo que la convierte en una precuela-secuela bastante interesante.

La cinta fue realizada por el mismo equipo técnico que colaboró en el Código DaVinci y su protagonista principal, Tom Hanks, repite como Robert Langdon, Encriptólogo y Simbologísta que, por obra y gracia del destino, siempre se enreda en conspiraciones y peligros de los que sale airoso gracias a su mente prodigiosa y un poco de suerte.

Ya viendo la cinta en la pantalla la cuestión es: ¿Ángeles y Demonios es mejor película que El Código DaVinci?, la respuesta es sencilla: Si, por mucho, aunque le falta mucho para ser una película perfecta, cumple con su cometido, el mismo en el que El Código DaVinci irremediablemente fallaba; entretener.

Pese a su irreverencia ante temas espinosos que ponían a la Iglesia Católica muy mal parada, el principal “pecado” del Código DaVinci era el ser demasiado teatral, con muchos diálogos de sobra y poca acción, situaciones que la volvía una cinta un tanto lenta y aburrida.

En esta ocasión el director Ron Howard, responsable de ambas cintas, decidió ponerse las pilas y entregarnos una cinta más amena, trepidante y con mucho ritmo, lo que no ha de haber sido difícil pues la novela en la que se basa tiene precisamente esos elementos.

En esta ocasión la historia nos sitúa en Roma y en el interior del Vaticano, ciudades ambivalentes en el que se mezclan el pasado y lo moderno, justo después de la muerte del Santo Papa y poco antes de que sea electo el nuevo Pontífice, en este lugar y en este momento un grupo que se hace llamar los illuminati (enemigos acérrimos de la Iglesia Católica desde hace siglos) deciden secuestrar a los 4 cardenales favoritos para ocupar la Sede Papal al tiempo que plantan una bomba (de Antimateria) en algún lugar del Vaticano.

Aquí es cuando entra en escena Langdon que, como experto en códigos y símbolos, debe ayudar a las investigaciones antes de que estos Cardenales pierdan la vida y el Vaticano explote en mil pedazos.

En realidad no se puede decir mucho de la historia pues lo curioso de la cinta es que cada una de las acciones realizadas por los personajes es de vital importancia para ir descubriendo los secretos y las intrigas que rodean a estos actos criminales, hasta llegar explosivo final en el que el espectador realmente es sorprendido con un ingenioso giro de tuercas.

En Ángeles y Demonios la palabra clave es: Trepidante, pues al ser una historia en la que todo sucede a contra reloj la cosa se pone difícil para el protagonista que en cada esquina descubre secretos y peligros de los que tiene que salir usando solo su inteligencia.

Pero la diferencia entre Ángeles y Demonios y el Código DaVinci es mas de fondo que de forma, pues mientras en el Código utiliza ciertos lineamientos en los que se trataba de descubrir la verdad sobre la Iglesia Católica y su guerra con los que durante siglos han querido sacar a la luz el hecho de que el Cristianismo está fundado sobre un sinnúmero de mentiras, en Ángeles y Demonios la Iglesia recibe un tratamiento más digno sobre sus cimientos y sus líderes.

En esta historia Dan Brown, autor literario, se interesa mas sobre la parte humana del Catolicismo, una de las religiones mas populares del planeta, al tiempo que nos habla sobre sus leyes internas y, mas fascinante aun, detalla de manera fidedigna algunas de los ritos milenarios que se llevan a cabo luego de la muerte del Pontífice, los tejemanejes dentro de la elección del nuevo Papa y nos muestra el interior del Vaticano, una de las ciudades más ricas en cultura e historia del mundo.

Todo esto es aprovechado por Ron Howard que llena su cinta con la belleza de una ciudad tan vibrante como Roma, la parte “oculta” del Vaticano, la pomposidad de los ritos mencionados y contrastándolo todo con el horror de los asesinatos cometidos en pos de destruir a la Iglesia y la investigación para detener la bomba.

Otra de las cosas sobresalientes de Ángeles y Demonios es su elenco, a diferencia de El Código DaVinci en donde algunos de los personajes parecían más una caricatura (como el caso del villano Silas, que daba mas risa que miedo) en Ángeles y Demonios tenemos la presencia de grandes actuaciones sin ser precisamente rostros muy conocidos, sobresaliendo Edwan McGregor, actor de origen escocés que delinea finamente al padre Camerlengo, brazo derecho del Pontífice fallecido y que durante la trama es la máxima autoridad en el Vaticano.

Al final Ángeles y Demonios resulta una cinta entretenida y mucho mejor, cinematográficamente hablando, que el Código DaVinci (eso queda claro) pero también es una cinta vibrante que pese a su duración (2 horas 20 minutos) nos mantiene al borde del asiento gracias a una soberbia ejecución de tiempo y ritmo, una de las cintas más interesantes de la temporada y que puede verse con la completa seguridad de que la Iglesia Católica, esta vez, si es tratada dignamente, que sus funciones van mas allá de una simple institución y que, en tiempos tan difíciles como los actuales, sirve de aliento a millones de personas en el orbe.

La Mirada De Serigio Leone

La escena se abre mostrando un paisaje agreste y desértico, el sonido del viento y un coyote lejano es lo único que se escucha, de pronto la pantalla es invadida por un rostro lleno de arrugas y cicatrices, y su barba de varios días indica que no ha dormido muy bien.

Esa es la esencia de una de las miradas cinematográficas más importantes de la segunda mitad del siglo XX, nos referimos a la de Sergio Leone.

Nacido a la par con la industria del cine italiano, Leone, se formó a través de este con el elemento más importante que un cineasta de gran calibre debe tener: Trabajo duro, pues realizó desde niño (gracias a su padre, que se dedicaba también al cine) todos y cada unos de los puestos que existían en la industria cinematográfica Italiana de su época.

Trabajó a las órdenes de grandes cineastas como Vittorio De Sica que en 1948 filma Ladrón de Bicicletas, cinta emblemática del movimiento neorrealista Italiano. Luego de Leone vivó el boom del cine Italiano gracias a la invasión por parte de Hollywood para rodar en sus tierras, así, participó en la realización de cintas como Quo Vadis (1951) o Ben-Hur (1959) (incluso se dice que la famosa escena de la carrera de cuadrigas fue realizada por el director Romano) donde aprendió la técnica Norteamericana.

En 1960 dirige su primer película (oficialmente) se trataba de El Coloso de Rodas que no fue muy bien recibida por la crítica de su época, no obstante su peculiar visión lo llevan a enfocar todos sus esfuerzos en la realización de Por Un Puñado De Dólares adaptación de Jojimbo del japonés Akira Kurosawa.

Lejos de la rimbombancia del cine Hollywoodense, pero sin dejar de ser receloso con su trabajo, Leone tomó fuerza gracias a esa admirable visión combatiente que supo explotar al máximo, su estilo, agudo y cínico, le abrió las puertas de una industria que luego lo traicionaría.

No invento el Spaghetti-Western pero si le dio algo que muy pocos cineastas logran en sus carrera con algún género: Personalidad, y eso es poco decir, pues este geniecillo Italiano logró, con solo 3 películas, el respeto y la admiración de un público que ya por esas fechas pedían cosas nuevas y frescas.

Ya desde la mencionado Por Un Puñado De Dólares, Leone sembraba las reglas del juego: grandes paisajes desérticos que contrastaban con enormes acercamientos a las caras curtidas de sus personajes, una edición vertiginosa, diálogos consistentes, el alargamiento casi desmedido del suspenso para dar un estallido rápido y viceral a la violencia (mientras que otros cineastas de la época como Sam Peckimpah exhibían la violencia en cámara lenta Leone hacia todo lo contrario) y la peculiar música de Morricone fueron solo algunos de los elementos de su peculiar estilo, mil veces imitado pero muy pocas superado.

Leone tomó al mundo por sorpresa con una cinta vertiginosa que, no obstante sus defectos, sigue siendo considerada una verdadera proeza, a su lado conformó un equipo que lo seguiría para el resto de su carrera: el músico Ennio Morricone, el productor Alberto Grimaldi y la dupla Eugenio Alabasio y Giorgio Serraloga en la edición.

Todos ellos contribuyeron a llevar a la pantalla la visión de un realizador de la altura de Leone el cual confió el papel principal a Clint Eastwood, quien resultó uno de los más beneficiados con su trabajo al lado del director italiano, Eastwood ya estaba cansado de los papeles sin sustancia que Hollywood le ofrecía y no dudó en aceptar el ofrecimiento de Leone, de ahí en adelante esta dupla llevarían a la pantalla tres obras magistrales e impredecibles del Western: Por un Puñado de Dólares (1964), Por unos Dólares Más (1965) y El Bueno el Malo y el Feo (1966), las tres con gran éxito tanto de crítica como de taquilla.

En 1967 Leone ya tenía listo el guión de su siguiente obra Érase Una Vez en América la cual trataría una de sus obsesiones: La historia de la mafia en América, pero no obstante su éxito, no encontró el financiamiento adecuado, por fin la Paramount le ofreció un trato, Leone debía filmar una cinta mas del género de vaqueros y esta casa productora le bonificaría el dinero para su proyecto de gangsters.

Leone se enfrascó entonces a Érase Una Vez en el Oeste, la cinta tenía un elenco de primera, iniciando con Claudia Cardinale (la primera y única vez en la que Leone le dio un papel principal a una mujer) Charles Bronson, Henry Fonda y Jason Robards.

Estrenada en 1968, la cinta supuso una mirada retrospectiva y aguda sobre el Western, en ella Leone sembró, como en ninguna otra película realizada por el, todos sus conocimientos sobre el género, creando así una de las primeras películas Homenaje a algún género, pero la realización de esta cinta resultó todo un suplicio para el director que, agotado, no pudo hacer nada para evitar que su obra fuera mutilada en la sala de edición por la casa productora.

El cineasta se sintió traicionado y rechazó cualquier otro tipo de participación con Paramount, incluso a sabiendas que su sueño de realizar Érase Una Vez en América sería aun mas difícil, y lo fue, pues tendrían que pasar 16 años para llevar a la pantalla su visión del mundo de la mafia, misma que también resultó menospreciada por la gente de su época.

Leone murió prematuramente el 30 de abril de 1989, tenía 60 años y cerca de 50 de dedicarse al cine, su partida (como suele suceder con los genios incomprendidos) no hizo mas que elevarlo al olimpo de los genios cinematográficos gracias a los jóvenes amantes del cine (me cuento entre ellos) que han ido descubriendo su obra, muchas veces menospreciada, y que hoy es objeto de veneración y respeto.

Sus cualidades están ligadas a la parte sentimental del cine, esa que deja huellas imborrables en la memoria de quienes las aprecian, son imágenes, sonidos, diálogos y secuencias que imperan en los sentimientos del cinéfilo recalcitrante, como el propio Sergio Leone, que un día descubre que la vida es mas que cine, pero sin cine la vida no seria la misma.

Slumdog Millonaire

El cine es uno de los entretenimientos más importantes del planeta, eso nadie lo refuta, es un espectáculo que anualmente atrae a cientos de millones de personas alrededor del mundo a las salas cinematográficas para vivir experiencias adrenalínicas y emocionantes.

Pero lo más importante del cine, y al fin de cuentas para lo que fue creado, es el observar a través de imágenes y sonidos otros lugares que serían muy difíciles conocer en la vida real, curiosamente una de las cinematografías mas vastas del planeta no es la Hollywoodense, sino la Indú, en la India, concretamente en el famoso Blooywood ubicado en el corazón de Bombay, se realizan incontable número de películas al año.

Aunque no es parte de la cinematografía Indú, Quisiera Ser Millonario (título dado en México a Slumdog Millonaire y que, como es costumbre, en su traducción se pierde el significado, pues Slumdog Millonaire se puede traducir como el Perro Callejero Millonario) el director Danny Boyle (artífice de cintas como Trainspotting o Exterminio) nos invita a hacer un viaje al corazón de la India, uno de los países mas densamente poblados, bullicioso y de gran riqueza cultural del orbe.

En este gran país (y a gran nos referimos a lleno de gente y con una cultura ancestral que ha sobrevivido durante siglos) vive Jamal Malik, un joven de 18 años cuyo pasado puede ser considerado al menos turbulento, huérfano, arrebatado de su hogar y del amor de su vida, Jamal está a punto de ganar 20 millones de Rupias (poco menos de medio millón de dólares) en el concurso televisivo ¿Quieres Ser Millonario?

Jamal, quien en principio ni siquiera debería estar ahí, comienza a responder correctamente todas las preguntas que se le van haciendo y es que, como explica a las personas que tratan de sacarle a fuerzas la “verdad” acerca de su tan acertada “suerte”, cada pregunta que se le hace está curiosamente ligada a algún suceso bueno o malo de su pasado, en otras palabras: cosa del destino.

Esa es la premisa general de esta cinta que en manos de otro tipo de director posiblemente hubiese resultado ser solo una cintas mas acerca de la buena fortuna con final feliz incluido, pero Boyle no es un director cualquiera, este cineasta nacido en Manchester, Inglaterra comenzó su carrera dirigiendo series de televisión para encontrar el éxito vía Trainpotting en 1996, cinta que se volvió de culto casi al mismo tiempo que su estreno.

Slumdog Millonaire fue realizada completamente en la India, concretamente en los barrios bajos de la ciudad de Bombay, con 20 millones de habitantes esta ciudad ofrece uno de los espectáculos audiovisuales más impactantes que uno puede ver en cartelera hoy en día y sin necesidad de efectos especiales o digitales, la cinta es un viaje al interior de una cultura milenaria que a los ojos extranjeros podría parecer incluso extravagante, pero el gran mérito de Boyle como realizador es el transportar una historia de gran humanidad y a la vez sobre el poder de la suerte, el amor, la amistad, la tragedia y la hermandad, se trata de un viaje a la India, pero bien podrí tratarse de cualquier país tercermundista, México incluido.

El ojo crítico del director se mete hasta el fondo de esta forma de vida que algunos han tachado de exagerada y han acusado a la película de denigrante por el simple hecho de retratar la pobreza real de un país que siempre ha sido estereotipado, como si en realidad la pobreza no existiera ahí, cosa que, en nuestro particular punto de vista, sucede en todas partes, ¿Cuántos países aceptan que la pobreza es parte de su propia existencia?, negarlo es como esconder el polvo debajo de la alfombra y al ser expuesta, como en el caso de Slumdog Millonaire, puede ofender a algunas personas.

No obstante todo esto, Quisiera Ser Millonario es una cinta cuyo mensaje va más allá de la denuncia o la crítica, es una cinta acerca del destino y el papel que cada uno juega en la vida de los otros, es sobre la soledad, la felicidad, la inocencia y la pérdida de ella, es sobre lo que dejamos ir por amor y lo que ganamos por perder, es filosófica y a la vez tan veraz que es difícil describir, porque trata sobre temas universales que atañen de manera directa al ser humano, con todos sus defectos y virtudes, increíblemente no es moralina ni cursi, al contrario es directa y contiene escenas fuertes que remarcan su condición de no ser una cinta cualquiera, vuela sobre la media de las cintas que de alguna manera tocan el tema convirtiéndola en una cinta cuyo valor va mas allá del cinematográfico.

Boyle se rodeó de un equipo técnico multicultural para rodar esta cinta, le dio todos los papeles a gente desconocida fuera de la India y rodó en algunas de las calles mas peligrosas de Bombay, todo esto para contar esta historia en la que la vida misma se refleja en un programa de televisión de gran popularidad pero que, como todo lo que rodea al personaje, es corrupto y no acepta que un “Perro Callejero” gane el premio mayor, pero al final lo único que Jamal busca es amar y ser amado, como cualquier ser humano, eso nos refleja con este chico cuyo único pecado es ser pobre.

Cinematográficamente Slumdog Millonaire es un verdadero prodigio, para contar de manera complicada una historia mas bien sencilla el equipo detrás de este logro se perdió, literalmente, durante meses en una ciudad caótica y demoledora, gigante, sucia y asfixiante, llena de gente, llena de carros y vacas, pero también una ciudad viva, llena de colores, luz, movimiento, incluso olores que provocan en el espectador sensaciones encontradas, y eso es algo que pocas películas pueden lograr.

No es una película sencilla, contiene escenas que ponen la carne de gallina, cuenta una historia que podría considerarse un viaje al mismo purgatorio, pues todo lo que pasa el personaje tiene connotaciones de tragedia en cada fotograma, pero si le damos una oportunidad seguramente este “Perrito Callejero” nos dejará con un buen sabor de boca y la certeza de que lo último que muere es la esperanza.